La exposición fue un fracaso y no se vendieron apenas ningu-na de las piezas –pese a que valían mil pesetas–, pero sirvió para que se firmara el primer Manifiesto Surrealista español y que la figura de Óscar Domínguez adquiera un lugar protagonista den-tro de esta corriente pictórica en todo el mundo. “Junto a Joan Miró y Salvador Dalí, Óscar Domínguez forma parte de la conste-lación de nombres que la pintura española aportó al movimien-to surrealista internacional”, explica Isidro Hernández Gutiérrez, conservador de la Colección Óscar Domínguez – Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes, y que insiste en considerar “los logros y la relevancia del legado del pintor canario en el contexto del arte de vanguardia de la primera mitad del siglo XX”. Amar (y retratar) tu isla Óscar Domínguez fue un artista comprometido con su tie-rra y siempre llevó su identidad canaria allí donde expuso. Nació en La Laguna, en Tenerife, y su juventud estuvo ligada al municipio de Tacoronte. Aquí vivirá en una casa que su padre levantó sobre una atalaya de piedra volcánica al borde de un acantilado, el Castillo de Guayonge, un entorno que será cla-ve en su pintura. “La infancia va a marcar de forma decisiva toda la trayectoria del pintor, va a condicionar toda su imagi-nación pictórica. De sus visiones en el entorno natural de la isla, surgirá una concepción irracional y sobreabundante del color y de los enigmáticos procesos de metamorfosis que van a acompañar a su obra a lo largo de toda su trayectoria”, expli-ca Hernández. Precisamente, la exposición Óscar Domínguez: dos que se cruzan, en el TEA Tenerife Espacio de las Artes (hasta el 24 de noviembre), recuerda su trabajo no solo por ser esencial para entender el arte contemporáneo español en el siglo pasado, también por representar un imaginario surrealista del archi-piélago. “Su obra nos recuerda la condición mágica de las islas, el estado de gracia de una naturaleza casi intocada que, transformada, en su pintura adquiere la categoría de autén-ticos símbolos […]. Su pintura se nutre de las vivencias de su niñez transcurrida en libertad en los barrancos del norte de la isla de Tenerife, Domínguez, al hablar de sí mismo, habla de todos nosotros”, añade el experto. Obsesivo, visionario e impulsivo La obra de Óscar Domínguez, presente en multitud de colec-ciones de arte internacionales, da una idea de la importancia del pintor en el proceso experimental del siglo XX, del Centro de Arte Georges Pompidou de París, a la Galería Nacional de Praga, el MoMA de Nueva York o el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, entre otros espacios. “Si para el Surrealismo la imagen es una creación libre del espíritu o una invención al margen de cualquier atadura con el mundo apa-rente; la pintura de Óscar Domínguez ofrece una de las ver-siones más singulares de aquella apertura del pensamiento”, explica el comisario de la exposición. El pintor era visceral, obsesivo, visionario, creador de objetos surrealistas e inventor la “decalcomanía del deseo”, una técnica pictórica por la que aplicaba manchas de pin-tura en una hoja que se doblaba por la mitad. El estudioso del Surrealismo Patrick Waldberg, amigo del pintor canario, se refirió a él como “el héroe de la desmesura”. Bienvenidos entonces sus impulsos creativos. Le dimanche o rut marin (El domingo o el celo marino) (1935), en la colección permanente del TEA. // Le dimanche o Rut marin (Sunday or Sea Rutting) (1935), in the permanent collection of the TEA. (c) Óscar Domínguez, Vegap, S/C de Tenerife, 2024. Colección TEA Tenerife Espacio de las Artes Cabildo Insular de Tenerife. El artista con dos amigos en las costas de Tacoronte, en 1924. // On the right, the artist with two friends on the coast of Tacoronte, in 1924. © Selina Calzadilla El artista en su estudio en 1950. // The artist in his studio. El Castillo de Guayonge en Tacoronte, donde creció el artista // The Castillo de Guayonge in Tacoronte, where the artist grew up