medicina, e identifica la suave transición a la ética médica que cristalizaba en la mente del maestro. Los ochenta marcaron la etapa cumbre de la perspecti-va secular de Pellegrino. Junto con el filósofo Thomasma, afronta la aventura de renovar la ética neo-hipocrática en crisis. ¿Por qué la medicina había mantenido durante dos mil quinientos años unos mismos valores y unas mismas virtudes, y ahora, cuando la profesión era más eficaz, orilla-ba estos modelos de conducta y se acomodaba, indolora, a las exigencias de la sociedad, en cuestiones tan graves como el aborto y la eutanasia, rechazadas por la medicina desde sus orígenes? La pregunta sigue abierta hoy y da pie a muy distintas respuestas, incluso antagónicas. En nues-tro caso, el traslado de Pellegrino desde la Catholic Uni-versity of America −donde fue presidente desde 1978− a la prestigiosa Georgetown University en 1982 –la universidad de los jesuitas en Washington– marca un momento decisi-vo en sus respuestas: el esfuerzo por desentrañar el ser de la medicina −su identidad irrenunciable− y desgajar de él la moral médica. Este es un proyecto casi utópico tras la apa-rición de Principles of Biomedical Ethics (1979), el libro mo-dular de la “bioética de los principios”. La rápida difusión del ´principialismo´ en Norteamérica hizo comprender al maestro que el modelo proporcionaba a los médicos una metodología sencilla para tomar decisiones en los casos clínicos más comunes. En pocos años, la prevalencia de la autonomía del paciente se impuso sobre cualquier otro de los principios prima facie, y quedó claro para muchos la in-capacidad del modelo para resolver las graves cuestiones éticas que comenzaron a gravitar sobre la medicina. Así pues, los ochenta marcan la etapa cumbre del pensa-miento pellegriniano secular. Pellegrino y Thomasma, mé-dico y filósofo, percibieron la dificultad, quizá insuperable, de la ética normativa, y la insuficiencia de los sistemas éti-cos ya existentes para captar la identidad de la medicina y la aventura de reconstruir la ética médica desde sus inicios. Se trataba de injertar nueva vida a un modo de ser de la medicina que no era posible con los mimbres del pasado. Además, la bioética se propagaba rápidamente y era impo-sible no tomarla en consideración. La nueva etapa habría de ser “moralista” o de “reconstrucción de la ética médica” o no sería. Había que llevar a cabo una titánica investiga-ción de la medicina a través de los siglos para desentra- Pellegrino no fue un filósofo académico al uso, pero poseía un amplio conocimiento de la filosofía y la teología, y de las facetas que mas importaban a sus convicciones. Fue un líder, un hombre culto, un humanista clásico que atesoraba una biblioteca personal de cinco mil volúmenes. Su salto al debate moral de la medicina res-pondió a la confusión de valores que emergió en el mundo médico norteamericano en los setenta, empeorado por al-gunos escándalos en la investigación médica que dañaron el prestigio de la profesión. Fueron años de cambios sociales en Estados Unidos que generaron una fuerte desconfianza en la autoridad y tam-bién en los médicos. No extraña que una de sus primeras incursiones en la ética fuera la conferencia Ethics and the Moral Center of the Medical Enterprise en la Academia de Medicina de Nueva York (1978), donde estableció el carác-ter de “empresa moral” de la profesión médica y de ésta como “comunidad moral” o, dicho de otro modo, su réplica a la pérdida del sentido originario de la idea de “profesión” en su formulación clásica, donde los intereses de la per-sona servida, el paciente, prevalecen sobre los del profe-sional. Una suerte de “desprendimiento” del médico y de su enfermo, que ya no era moneda de cambio en la so-ciedad. Ambos, “empresa moral” y “profesión” se convier-ten en las ideas fuertes, matrices, de su etapa humanista; cuando aun pensaba que, con el cultivo de las humani-dades médicas, se podía reconducir el rápido proceso de comercialización, negocio y monetarización que penetró en la medicina. Su primer libro, Humanism and the Physician (1979), hermana la idea de humanismo y la práctica de la Manuel de Santiago1 [1] > El Dr. Manuel de Santiago fue presidente de la Comisión deontológica del Colegio Oficial de Médicos de Madrid. Edmund D. Pellegrino, maestro de la ética médica Toda una era de la Medicina (II parte) El pensamiento médico, su filosofía moral, quedan esbozados solo en la deontología, que rige para control de los errores médicos por parte de los Colegios Profesionales, pero siempre sujeta a la ley civil 34 Madrid Médico • Nº149. Especial Cuida2