18 Madrid Médico • Nº148 Mayo 2021 18 Madrid Médico • Nº148 Mayo 2021 Y de nuevo las quimeras: embrutecimiento hacia abajo o hacia arriba o ambos La noticia acerca de la generación de qui-meras de células madre humanas inyectadas en embrio-nes de mono no supone en sí mismo una novedad, en la medida que la creación de híbridos citoplasmáticos o enti-dades afines en la investigación es algo que viene ya desa-rrollándose desde hace varios años. Incluso, en la naturale-za, sin intervención humana, tenemos ejemplos de animales híbridos, siendo las mulas el ejemplo paradigmático. La no-vedad, ahora, estaría en que se ha hecho con dos especies próximas, y una de ellas el ser humano, y por un tiempo superior a los veinte días de evolución del embrión, aunque anterior al desarrollo del sistema nervioso central, como exi-ge el consenso internacional. El presunto avance no solo parece crear quimeras, sino que las plantea, entendiendo por éstas, según la tercera acep-ción de la RAE, la de contienda, es decir, discusión o debate. Y el debate se sitúa, más allá de la inicial repugnancia que ello nos puede generar, recurriendo al sabio término que utilizara en la Bioética, Leon Kass, en si mezclar nuestra es-pecie con la del mono es necesario para un efectivo avance de la Medicina o se trata de un mero juego de Dioses. Porque ya Carlos Beorlegui nos alertó recientemente, siguiendo a Markus Gabriel, de un doble fenómeno al que estamos asis-tiendo: el embrutecimiento hacia abajo, equiparando al ser humano con el resto de las especies en versión de darwi-nismo extremo, como si aquél fuera una mera mejora cuan-titativa de los primates, y el embrutecimiento hacia arriba, por el que se pretende dotar de personalidad jurídica a lo que son meros artefactos de creación humana (robots), de manera que la conciencia o el espíritu no serían más que estructuras funcionales que se implementan como diferen-tes materiales. Y ambos fenómenos que diluyen el propio concepto de dignidad humana, parecen concurrir en el caso quimérico que nos ocupa. Gárgola. Catedral de la Notre Dame, París. TRIBUNA