la sostenía, asi como la necesidad de renovar la ética médi-ca tradicional. Los acontecimientos habían agitado la con-ciencia de Pellegrino, un médico de convicciones cristianas y espíritu fuerte. Su obra y su figura representan un toque de atención a la evolución estatutaria y profesional de la medicina en nuestros días y a la crisis de su identidad genuina y de su independencia en el mundo occidental, ya sea del Estado ya del capitalismo sanitario. La respuesta a esta crisis ha puesto en debate su esencia y el código único de la historia de la medicina, a duras penas representado por la deonto-logía. El modo de ser u obrar del “médico como médi-co” se dibuja hoy distinto al de las figuras históricas de otros tiempos. Sin entrar en juicios de valor, parece evi-dente que, en la pluralidad de códigos de conducta pro-fesional de nuestro tiempo, no puede faltar la perspecti-va y la aportación formidable de este maestro de la ética médica del siglo XX. En síntesis, la aportación de Pellegrino al discurso de la éti-ca clínica a través de su modelo “esencialista”, es la recupe-ración de la ética en “primera persona”, esto es, la primacía de la moral en conciencia del médico frente al relativismo de las éticas en “tercera persona”. Estas éticas recurren al consenso social y al consecuen-cialismo médico para eludir el significado moral del objeto de la acción clínica, dando por buena la intención curativa del médico. Pellegrino no representa una vuelta nostálgica al pasado, a un tipo de ejercicio ya imposible, sino que busca servir de marco al debate del ejercicio médico para reflexionar sobre lo perdido y lo ganado en el último cuarto de siglo en nuestra profesión, “la más humana de las ciencias y la mas científica de las profesiones”, como a este humanista le gustaba decir. 22 Madrid Médico • Nº148 Mayo 2021 En 2013, a los 93 años, se enterraba en Washington D.C. a Edmund D. Pellegrino, y con él, quizá, toda una era de la medicina. Con su muerte y el impacto que sigue a la desaparición de los grandes hombres, desaparecía uno de los más grandes maestros de la ética médica. El profesor más inquieto ante el deterioro moral de la práctica clínica en su país. ¿Tiene interés hoy para los profesionales sanitarios la figu-ra de Pellegrino? ¿Lo tiene su modelo de ética médica? Mu-chos pensamos que sí, a pesar de que Pellegrino siempre se centró en el tipo de medicina que se “hace” en Nortea-mérica, fuertemente liberal y privada, que en su tiempo se enfrentó a grandes transfor-maciones sociales, secula-rización e insuficiencia asis-tencial en el país. La medicina española dis-curre hoy de modo distinto, pero está abocada a conflic-tos semejantes. ¿Cómo en-cauzar una práctica clínica mejor, tanto para el paciente como para el médico? La respuesta no puede ignorar a Pe-llegrino. El esfuerzo de este maestro para desentrañar la esencia del acto médico y desde él aflorar una filosofía de la medicina, configura y universaliza el núcleo de su modelo moral. De él emana en buena parte la reafirmación de la deontología que hoy conocemos. Siendo uno de los fundadores de la bioética, vio claros los riesgos que su apertura al código moral múltiple de la so-ciedad representaba para los médicos y el negativo influjo de su contagio por la filosofía política de cada tiempo. La aprobación del aborto en Estados Unidos y mas tarde del suicidio asistido, aceptado por la profesión sin especiales conmociones, le hicieron ver la debilidad conceptual de la medicina institucional y el neo-hipocratismo residual que Manuel de Santiago1 [1] > El Dr. Manuel de Santiago fue presidente de la Comisión deontológica del Colegio Oficial de Médicos de Madrid. Edmund D. Pellegrino, maestro de la ética médica Toda una era de la Medicina (I parte) El pensamiento médico, su filosofía moral, quedan esbozados solo en la deontología, que rige para control de los errores médicos por parte de los Colegios profesionales, pero siempre sujeta a la ley civil