Madrid Médico • Nº147. Abril 2021 6 do uso de traslados, o la utilización de sistemas de ventilación y de protección de baja calidad. Otro fatal exponente de estas carencias ha sido el retraso u omisión de servi-cios habituales de atención a pacientes no-COVID, con el correspondiente au-mento de morbi-mortalidad, cuyo im-pacto real aún no conocemos bien. Pero mucho más aún, la medicina misma se ha visto cuestionada por la imposibili-dad de frenar la pandemia, recurriendo a medidas rudimentarias en una era que llamamos tecnológica. Por último, las elevadas tasas de mor-talidad han puesto de manifiesto la acumulación y el abandono de muchas personas mayores en instituciones ge-riátricas[3]. Los sentimientos arraigados resurgidos en los médicos La pandemia ha despertado también sentimientos muy profundos. Uno de ellos es el terror a la muerte, un tabú de nuestra sociedad que está tomando cuerpo de auténtica neurosis. Tanto es así que, para la salud psicológica, el riesgo del confinamiento podría ser más peligroso que el de la propia infección. Ha resurgido también un sentimiento de respeto y admiración por los pro-fesionales sanitarios. Caer en la cuen-ta de la razón de ser de nuestra profe-sión, nos ha hecho tomar conciencia de que todo es secundario, salvo la salud de nuestros enfermos y así lo reflejan publicaciones y testimonios que procla-man el dolor de los médicos al enfren-tarse a determinados conflictos durante la pandemia. Las preguntas éticas mal respondidas Muchos interrogantes clásicos que ha-bíamos cerrado en falso han reapare-cido, como el debate sanidad pública vs privada, donde se ha visto la falta de eficiencia de la primera y la pérdida de fines y vulnerabilidad -también económi-ca- de la última. Hemos comprobado que la investiga-ción no se hace ética por cumplir la normativa. La falta de trasparencia, los intereses económicos, el riesgo de mo-nopolio, las cuestiones de seguridad y de equidad, entre otros aspectos, nos muestran que es necesaria una alianza entre promotores, investigadores y la población general. En suma, se trata de una cultura aún por desarrollar. Cuando ha sido necesario distribuir re-cursos escasos, nos hemos quedado bloqueados. Y hemos caído en el utilita-rismo, que reduce la persona a un mero objeto de consumo o de producción. Al respecto, resulta clarificador el informe del Comité de Bioética de España[4] y, pocos días más tarde, la Declaración del Comité de Bioética del Consejo de Euro-pa (14-4-2020). que dice textualmente que “el acceso a la asistencia sanitaria, en particular en un contexto de escasez de re-cursos como el vivido durante la pandemia, debe ser igual para todos y estará guiado por criterios médicos, de modo que ga-rantice que los más vulnerables, como las personas con discapacidad, mayores, los refugiados y migrantes, no sean víctimas de discriminación.” Por otro lado, se ha confirmado que la pérdida de conexión por la superespe-cialización médica, la historia clínica elec-trónica y la burocratización nos impiden ‘alcanzar’ al paciente. Trabajar en un en-torno mayoritariamente virtual, nos dis-tancia de nuestro objetivo: el cuidado del paciente. La visión de la salud en clave individual o colectiva está detrás del debate sobre Reconocimiento de carencias • Falta de liderazgo político • Límites de la organización y del sistema sanitario • Límites de la propia medicina • Modelo de institucionalización de los ancianos Resurgir de sentimientos • Miedo a la muerte y a la enfermedad • Admiración por los profesionales de la salud • Focalización en la salud de los pacientes Vuelta a problemas clásicos • Medicina pública vs privada • Ética de la investigación como mero procedimiento • Distribución de los recursos limitados • Salud pública es una tarea de todos Resurgir de la razón de ser profesional • Unión de ciencia y arte • Necesidad de las virtudes médicas • La relación médico- paciente debe ser el eje de la salud Necesitamos una imagen menos pretenciosa de la medicina con conciencia clara de sus límites. Necesitamos profesionales capaces de la ardua tarea de la salud. Necesitamos una fuerte cohesión social capaz de proteger a los más débiles que se asiente en una idea de sociedad en la que unos somos responsables de los otros. Necesitamos una participación de todos los agentes, particularmente de los profesionales de la salud y no una polarización y politización del poder. Fig. 2: Cuestiones éticas que ha suscitado la pandemia de COVID-19. Fig. 3: COVID-19 ha desvelado múltiples carencias médicas.