electricidad procede de plantas térmicas, que consumen pe-tróleo y emiten grandes cantidades de gases de efecto inverna-dero a la atmósfera. Además, la descarga de la salmuera –re-siduo de la desalinización– genera un exceso de salinidad en el entorno marino y causa graves impactos a la biodiversidad litoral. Si la desalinizadora emplea métodos térmicos, esa sal-muera sale a una temperatura muy elevada, que también ge-nera daños sobre la vida marina. Los acuíferos, en peligro. Respecto a los cultivos de regadío, habitualmente se abastecen de agua procedente de acuíferos, cuya regeneración es lenta, más aún en tiempos de sequía. Es el caso de Doñana. En su en-torno se localizan más de 3.500 hectáreas dedicadas al rega-dío, la mayoría obtiene el agua de riego del acuífero que nutre el Parque Nacional, y una proporción importante del agua de riego procede de pozos ilegales. Según Eloy Revilla, director de la Estación Biológica de Doñana del Consejo Superior de Inves-tigaciones Científicas (CSIC), “es necesario reducir de forma urgente la cantidad de agua que se extrae del acuífero hasta unos niveles que permitan el inicio de su recuperación. Solo así, su explotación podrá ser sostenible a corto, medio y largo plazo”. Reducir la demanda de agua de estas áreas se convierte en una necesidad urgente, que se puede satisfacer cambiando, por ejemplo, el modelo de producción agrícola. En todo caso, y de forma más general, es necesario imple-mentar medidas que aseguren una mejor captación y almace-namiento del agua: el desarrollo de tecnologías y prácticas que promuevan un uso mucho más racional, eficiente y sostenible de este recurso vital, como cambiar la producción de alimen-tos de regadío por secano, evitar despilfarros superfluos de agua o emplear la mejora genética en las plantas para que los cultivos sean más tolerantes a la sequía. Es fundamental adop-tar comportamientos responsables en las prácticas agrícolas, ganaderas, industriales, empresariales y en nuestra vida coti-diana. La sequía es un efecto del cambio climático y cualquier acción dirigida a mitigar sus efectos, suma. ¿Qué podemos hacer? El cambio climático es un efecto global, aunque sus causas y consecuencias están distribuidas de forma muy desigual. La mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero son emitidas por unos pocos países, unas pocas empresas y ciertos estilos de vida de una minoría de personas. Como consumidores, no obstante, podemos contribuir al ahorro de agua en nuestra vida cotidiana. Pequeños gestos que, si se generalizan, pueden marcar una diferencia. Algunas acciones simples son por todos conocidas: cerrar el grifo cuan-do no es necesario, optar por una ducha en lugar de un baño, emplear los electrodomésticos en su modo más eficiente, re-utilizar el agua de algunas actividades, como regar las plantas con el agua de hervir verduras o huevos —sin aceite ni sal— o limpiar el suelo con el agua recogida del lavabo o de la ducha. Pero además de estos pequeños gestos, tenemos en nuestra mano la capacidad de influir en el impacto sobre el recurso hí-drico, a través de nuestro propio consumo. Evitar la compra de productos con una huella hídrica elevada y optar por alterna-tivas más sostenibles es, probablemente, una de las medidas más efectivas. Priorizar los productos de temporada, de seca-no, o cultivados en zonas sin problemas de abastecimiento de agua es una alternativa más sostenible. En lo que a alimentación se refiere, hay que recordar la enor-me importancia de evitar desperdicios innecesarios: hasta un 30% de la comida que se compra en España acaba en la basura y, con ella, toda el agua que se ha utilizado en su producción. Los cambios en el consumo de ropa también pueden mar-car una diferencia notable. Aunque el algodón es la fibra na-tural más utilizada, también presenta una huella hídrica muy elevada. La ropa de diario de una persona promedio puede te-ner una huella hídrica de más de 15.000 litros. Por eso, cuidar las prendas para que duren lo máximo posible, arreglarlas cuando se rompan, evitar comprar ropa que no nos pondre-mos y, cuando no las usemos, regalarla o donarla son algunas de las posibles soluciones. También podemos reducir nuestra huella hídrica si ele-gimos unas vacaciones más sostenibles: turismo cultural o opciones de playa o montaña... Algunos centros vacacionales suponen un gasto excesivo de agua, como los grandes resorts, parques acuáticos o campos de golf. Estos últimos, por ejem-plo, no solo tienen un gran impacto ambiental en el momento de su construcción, sino que su mantenimiento requiere unas cantidades de agua muy elevadas. Un campo de golf de 18 ho-yos puede consumir en un solo día lo que un hogar español promedio consume durante 25 años, según un estudio de 2014 del investigador Carlos Peña, de la Universidad de La Salle. Las piscinas privadas, por su condición exclusiva, también con-sumen grandes cantidades de agua por persona; en este caso, son preferibles las piscinas públicas. Sigue leyendo Huella hídrica de algunos alimentos Un campo de golf de 18 hoyospuede consumir en un solo día lo que un hogar español durante 25 años. Huella hídrica de algunos alimentos Fuente: Diversas investigaciones. R. Ibidhi, H. Ben Salem, 2020; Mekonnen MM, Hoekstra AY, 2010, Moreno-Ortega, 2019. en litros por kilo = 1.000 litros