Panteón de la Duquesa de Sevillano / edificios con historia Un profesional polifacético tabla del Calvario, original de Alejandro Ferrant, que se encuentra en el altar mayor, o el grupo escultórico de basalto situado en la cripta, obra de Ángel García Díaz. Lo más curioso es que la duquesa prohibió que, mientras estuviera viva, se hiciera escultura alguna relativa a ella, por lo que García Díaz no pudo comenzar a tallar ese grupo de basalto, que representa el traslado del cuerpo de la duquesa por los ángeles, hasta 1916. El panteón está rodeado por un parque al que se accede por una puerta monumental con machones de piedra que se sitúa en una verja sobre un zócalo de granito. En este punto comenzaba un paseo arbolado que discurría hasta la entrada del panteón y, por la parte superior, llegaba a otra portada situada frente a la en- trada a los asilos para necesitados (hoy, Colegio de las Adoratrices), un edificio con dos zonas diferenciadas. La primera se organiza alrededor de un patio central y su fachada, de la que parten dos alas de una sola altura creando un patio abierto a modo de atrio, se encuentra justo frente a la parte posterior del panteón. En esta fachada de ladrillo visto llama poderosamente la aten- ción la parte central, revocada, donde se encuentran las puertas de acceso al vestíbulo, con arquivoltas semicir- culares peraltadas. En la primera planta de esta fachada hay huecos con parteluces, mientras que en la segunda se observa una serie de ventanas geminadas y un gran escudo. En el interior existe un patio central ajardinado rodeado por una doble galería de arcos de medio punto de traza neorrománica con antepechos calados neogó- ticos. En el centro del patio se encuentra una fuente con un templete. La segunda parte del edificio cuenta con fachadas de ladrillo visto combinado con mampostería de piedra caliza y detalles decorativos de material cerámico. Dada su longitud, las fachadas se presentan fraccionadas con pilastras. Sobre un zócalo de piedra caliza y ladrillo ama- rillo, se levantan las tres plantas del edificio, que están separadas entre sí mediante impostas. En la planta baja se abren huecos adintelados sin decoración, mientras que en la primera planta estos huecos se agrupan de dos en dos o de tres en tres y en la planta superior se abren arquerías de medio punto sobre columnillas, para rematar con una cornisa con arcos lombardos y plafones decorativos circulares. Una iglesia muy familiar María Diega Desmaissières sentía una profunda admira- ción por su tía Micaela, una mujer que entregó su vida a los demás y fundó las Religiosas Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, institución aprobada por la Santa Sede en 1858, con la que abrió casas-colegio en Madrid, Zaragoza, Valencia, Barcelona, Burgos y Pinto (Madrid), siendo canonizada por el papa Pío XI en 1934. De ahí que su sobrina no dudara en levantar un templo dedicado a ella en el complejo alca- rreño. En el libro Velázquez Bosco. Arquitecto, Miguel Ángel Baldellou describe este inmueble como “una iglesia de nave única de planta rectangular a la que se adosan unos pequeños ábsides que albergan las capillas latera- les y el altar principal. El conjunto tiene tres alturas que se acusarán como dos al exterior, como si se tratase de un muro civil”. Tal y como explica Antonio Miguel Trallero, profe- sor de Arquitectura de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Alcalá en la web de la Junta de Comu- nidades de Castilla-La Mancha, “está formada por un cuerpo rectangular con tres brazos semicirculares en su cabecera que transforman su planta en una cruz latina. En los pies del templo hay otro cuerpo de mayor an- chura que se remata con un campanario. Las fachadas de la iglesia están acabadas con un revoco exterior con despiece imitando sillería y están divididas en tres plan- tas separadas por impostas. En la principal se encuentra la puerta de acceso y las laterales y la cabecera están recorridas por arquerías con cristaleras”. Al acceder al interior, el visitante queda asombrado por su espectacularidad. Baldellou escribe que “en pocas ocasiones, Velázquez Bosco se dejó llevar como en este caso de su vena exótica (…). El carácter dominante de este interior ecléctico es mudéjar en el uso de la madera y el yeso, pero su estructura espacial tiene al bizantino en la utilización de la luz de los paramentos laterales como soporte decorativo”. Uno de los elementos que más llama la atención es el artesonado de estilo mudéjar, un elemento que se repite en muchas de las iglesias de la provincia de Guadalajara. • Un profesional polifacético Arquitecto, restaurador, historiador, arqueólo-go y dibujante, Ricardo Velázquez Bosco (1843-1923) fue un hombre fundamental para enten-der la arquitectura española de finales del siglo XIX y comienzos del XX. Su carrera profesional comenzó en 1863, trabajando como dibujante en las obras de restauración de la Catedral de León. En los años que pasó en la ciudad caste-llana también participó en la recogida de piezas arqueológicas destinadas al recién creado mu-seo en Madrid, así como en la protección del patrimonio arqueológico leonés, una labor que le valió la designación como miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1871 se embarcó en la fragata Arapiles en un viaje a Oriente, donde tuvo la oportunidad de conocer y dibujar los monumentos y piezas de los museos que visitó. Este viaje le sirvió para orientar su vocación al estudio de la arquitectura de la cuenca oriental del Mediterráneo, llegando a ser una autoridad mundial en la materia. A la vuelta de este viaje, Velázquez Bosco comenzó sus estudios de arquitectura en la Escuela de Madrid, terminándolos cuatro años más tarde. Gracias a los encargos que recibió como arquitecto del Ministerio de Fomento, gran parte de su obra se desarrolló en Madrid. A él se deben edificios como el Palacio de Cristal del Retiro, la Escuela de Minas o el Ministerio de Fomento (hoy, de Agricultura, Pesca y Alimentación, bajo estas líneas). A él también se debe la restauración del Mo-nasterio de La Rábida, en Huelva (1890), la rehabilitación llevada a cabo en la Mezquita de Córdoba entre 1892 y 1923, la excavación y restauración de las ruinas de Medina Azahara (1909-1923) o la recuperación global de la Alhambra, con proyectos sucesivos desde 1915. En cuanto a su estilo arquitectónico, se inscribe en un eclecticismo finisecular, muy influenciado por el movimiento beaux arts que, en Europa, practicaban arquitectos como Victor Horta. Si algo caracteriza las obras de Velázquez Bosco es la organización espacial y fun-cional según su uso y orientación, la incorporación de materiales como el hierro y el vidrio, el gusto por el color a partir de la utilización de cerámicas pintadas (sobre todo, de Zuloaga) y la inclusión de grandes piezas escultóricas en sus edificios.