Branca. Aquellas palabras aparecían en un panel cerámico fabricado entre 1928 y 1936, en Manises (Valencia) –un lugar que, desde 2021, es Ciudad Creativa de la Unesco en la categoría de Artesanía y Artes Populares, distinción concedida por su tradición cerámica–, elaborado concre- tamente en la fábrica de loza y mayólica de Francisco Lahuerta. Así, y de la misma forma que ya se había sumado, en su mo- mento, a “la edad de oro del cartel pu- blicitario” (recurrió a, entre otros, Henri de Toulouse-Lautrec, quien logró retratar el ambiente bohemio francés de la belle époque, o Jules Chéret, considerado el padre del cartelismo), la destilería Fratelli Branca también quiso contribuir a marcar el ritmo de la revolución de una publici- dad que decidió mirar más allá del papel para abrirse a soportes como la hojalata, el cartón y el azulejo cerámico. Un brillo permanente. “En los años diez aparece, y llega a su apogeo en la década siguiente, un tipo muy pecu- liar de publicidad exterior: el azulejo”, comenta Antonio Checa Godoy en el libro Historia de la publicidad, publi- cado en 2007. El historiador y periodista continúa: “Si primero son rótulos y enseñas, pronto su uso se hará más variado y ambicioso (…). El azulejo, a través de dis- tintas técnicas, aporta una publicidad colorista y dura- dera”. Empresas de bebidas (no solo alcohólicas) como Ron Negrita, Agua de Solares, Cinzano, Anís del Mono o Co- dorníu, por ejemplo, recurrieron a anunciarse en azulejos de pasta blanca debido, sobre todo, a que “la resisten- cia del material permitía su ubicación exterior, especial- mente en las fachadas de las tiendas, desde donde el brillo de los barnices y los esmaltes contribuían a atraer la atención de los transeúntes y ayudarían a su popu- Azulejos de Fernet- Branca, fabricados en Manises (Valencia) y que han formado parte de una muestra dedicada a este arte celebrada en Lisboa. Fotos cedidas por Alicia Platas Cartel de Bodegas Rosell, en el barrio de Arganzuela, en Madrid,