pROcesos y materiales Documento Básico de Salubridad: 900 ppm. En ama- rillo, se establece el nivel 1.600 ppm, por encima del cual se deben contabilizar las concentraciones según este mismo documento y no superarse las 500.000 ppm·h anuales. En rojo, se señala la concentración hasta un límite máximo de 2.500 ppm, lo que haría que no cumpliésemos con los criterios del CTE establecidos, poniendo en riesgo la salud de los ocupantes, que re- presenta el Valor Límite Máximo ofrecido por la norma UNE 171330:2024 sobre calidad ambiental interior. A modo de ejemplo, teniendo como supuesto que supe- ramos el límite de 1.600 ppm durante tres horas al día, y eliminando uno de los meses por estancia vacacional fuera de casa (suponiendo que el lugar donde vamos respeta la legislación vigente), acumularíamos al año alrededor de 900.000 ppm, prácticamente el doble de lo permitido. Debemos observar que se alcanzan picos de hasta 4.000 ppm cuando mantenemos la puerta ce- rrada, lo que hace aún más dañino el aire interior que respiramos mientras dormimos. Del análisis realizado se extraen las siguientes con- clusiones: • Dormir con la puerta cerrada (cuadros rojos) puede suponer un ritmo de concentración de dióxido de car- bono cuatro veces mayor al de hacerlo con la puerta abierta (cuadros verdes), asimilable al ritmo de concen- tración de otros contaminantes más dañinos como la materia particulada o los compuestos orgánicos voláti- les. • Dormir con la puerta cerrada hace que la concen- tración máxima de dióxido de carbono pueda ser tres veces superior a hacerlo con la puerta abierta. • Los promedios de concentración, solo teniendo en cuenta los períodos de ocupación durante los cuales la persona está respirando el aire del dormitorio, son su- periores a los 1.000 ppm con la puerta abierta, llegando a los 2.000 ppm en el caso de puerta cerrada. Se ha vuelto a demostrar la incidencia que tiene el simple gesto de abrir o cerrar la puerta de una habi- tación disminuyendo drásticamente la capacidad de ventilación de la misma, lo que redunda en una ínfima calidad del aire que respiramos. Hay que recordar que el dióxido de carbono es un bioefluente que, por sí mismo, no es dañino para la salud hasta altas concentraciones, pero sí es un indicador fiable de la tasa de ventilación que existe en las estancias de nuestras viviendas. Si esta tasa es baja, se constata un problema grave al acumu- larse otros contaminantes que afectan directamente a nuestro cuerpo humano completo, no solo al sistema respiratorio. •